Sobre Bailar perjudica seriamente su salud y la de otros a su alrededor.

Era septiembre, y la banda llegó en esa fecha al país del águila sobre el nopal. Como todo el mundo sabe, en ese tiempo México entero está de gala, con feria y música por todas partes, celebrando sus fiestas patrias en la gran noche del grito, con las lucecitas de colores colgando por las calles, la bandera tricolor en los puestos callejeros de tacos, y los comercios ambulantes más variados de reventón. Fue en septiembre, sí, en esas fechas de charanga, pandereta y turbias tormentas negras por la tarde, cuando Don José llegó a la República mexicana dispuesto a comerse el mundo de un bocado. Todo les sonreía y nada les entristecía. En la plaza de Santo Domingo encargaban a los escribanos cartas de amor a España, en la iglesia de la Santísima comían sabrosos alambres de carne especiada, se tomaban la vida a lo macho, y por donde pasaban, las bellezas mexicanas les miraban de arriba a abajo, seguramente extrañadas. La noche del 14 de septiembre, pasaron sin obstáculo a una fiesta bailable, con antojitos, sorpresas y mucho más. Quisieron sacar a bailar a varias mujeres galantes, no tuvieron éxito, pero lo pasaron padre. Cantaron después en la Plaza Garibaldi con los mariachis y pidieron prestado en una casa de empeños. Esa noche, nació la canción “Dancing Seriously Harms you and others around you”, un canto a las iguanas y a los hermanos del otro lado de la frontera. Consiguieron gracias a ella un primer contrato para tocar dos noches a la semana en el Tropicana, un local en la Plaza Garibaldi. Atraída por fuerzas misteriosas, una multitud intrigada y cada vez mayor se acercaba a las puertas de la sala con cada actuación. Las bandas locales escuchaban con interés a Don José, sonaba muy americano y mujeriego a la vez. Más de una noche, alguna joven subía al escenario y cantaba con los muchachos. Muchas de las asistentes después se despertaban a media noche, sobresaltadas por un ritmo de Don José Liquidadores incesante en la mente, como un sueño obsesivo de repetición constante de ritmos calientes y entregados. Alguna después reconocía, abiertamente y con descaro, que ella había estado con ellos, y en secreto confesaba F.F. Pulmeb, F.F. Pulmeb, algo sólo descrifable para los más cercanos. No se pregunten el por qué del éxito del sonido de los Liquidadores. Se basaba simplemente en dos guitarras y una batería con percusiones, sin voces ni ningún añadido. Pureza y fuerza, sentimiento y carne. Los miembros de Don José hablaban de que tenían un manifiesto, el “Manifiesto de la Música Bruta y Automática”, donde proclamaban cosas del tipo “Menos es más”, “ugly=beautiful”, “Je est un autre”, “Rojo, blanco y negro”, un ideario apasionado repleto de teorías diversas y obstinadas que dejaban pasmados y deslumbrados por igual. Indudablemente, su música era un humo de cigarrillos rubios, una mezcla salvaje de calor y movimiento, de bajas pasiones y melancolías, era la música bruta y automática como ellos la daban a conocer. En la Ciudad de México se mostró con claridad ese flujo de líquidos oscuros y misteriosos. Y los Liquidadores, exhaustos de éxito, percibían ese olor alrededor, el olor del éxito, y lo saborearon, y pensaron: ya no es pecado, ahora todo son derechos, hemos recibido el gran sacramento que hace sagrado nuestro oficio.