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Directo en Ciudad Wachera (4 Tracks Demo Session)

by Don José Liquidadores

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1.
Sobre El Jinete de Sonora La función va a comenzar. Don José Liquidadores no es una banda de preámbulos y aquel día no sonó nada. El grupo arrancó directamente con su canción El Jinete de Sonora. El féretro con Isidoro Quintanilla, feliz dictador del Estado de Sonora, en la frontera entre México y Estados Unidos, presidía la escena del velorio en el Teatro La Caridad, lugar elegido por el fallecido para instalar su capilla ardiente. La corona funeraria era hermosa, con sus flores de opio, sus margaritas blancas, sus malvas reales, tal y como deseó Isidoro Quintanilla en sus últimas voluntades. Efectivamente, se ejecutaron todos sus deseos. Mientras vivió, a lo largo y ancho de su prolongada vida, se cumplió todo cuanto ordenó; muerto, no podía ser menos. Tal y como quiso el dictador, la banda Don José Liquidadores actuó en el velorio, se repartió dinero entre los más pobres, se dio de comer y beber durante tres días a todo el pueblo, se decoraron las calles con banderitas y se sortearon gorrinos. También regaló tierras a las mujeres viudas, obsequió con joyas a sus queridas amantes y dejó todo organizado para que sus hijos heredaran la administración de los negocios familiares. Los diferentes socios y amigos en las actividades de contrabando, tráfico de armas, drogas y personas, fueron invitados. La feliz continuidad de los negocios estaba garantizada. La santa misa por el alma de Isidoro Quintanilla tuvo lugar en la iglesia de Santa Ana. Así lo quiso el feliz dictador y así se cumplió. El templo se engalanó y fue devuelto a su esplendor original. Se limpió la vegetación que crecía entre los muros desgastados, se volvieron a poner las verjas de hierro forjado, el campanario relucía en su blancura. Recobró el aspecto del tiempo en que los españoles fundaban misiones y repartían pan y fe a los indígenas, mucho antes de las guerras civiles y de las revoluciones, aquellas que dejaron todo a su paso en ruina y abandono. La comitiva siguió el féretro por las calles principales de la ciudad, todo el pueblo acompañaba el cuerpo presente de Isidoro Quintanilla. Le pedían favores y milagros al muerto: sáquemelo de preso a mi muchacho, que salve la vida en la balacera, hágamelo fuerte y sano, que no lo agarren a traición, ruega por todos Isidoro. Recién muerto, ya se le consideraba santo, mediador para los vivos, sin importar delito o condición. Impidiendo el paso de la comitiva se cruzó un carro cargado con uno de los puercos para ser sorteado, hermoso y grande, listo para ser descuartizado. El animal no hizo ni un gesto y el carro se apartó a un lado. La comitiva prosiguió hasta el Teatro La Caridad, lugar del velorio, un teatro a la italiana fundado por el propio Isidoro Quintanilla para el entretenimiento sencillo de los domingos, festivos y vísperas, dedicado a fines de beneficencia, con barbería, restaurante y salón social para el baile. Feliz dictador Isidoro Quintanilla, a todo cerdo le llega su San Martín, pensaste que responderías algún día por tus actos, pero el refrán se equivocó contigo. Don José Liquidadores te dedica esta canción, El Jinete de Sonora, esperando que sea de tu agrado, como el trago generoso que tanto te gustaba de un Tequila Tres Oros, sentimental y salvaje.
2.
Bananas 02:58
Sobre Bananas Cienfuegos, Cuba. Los muchachos nunca rechazan una invitación y hasta allí viajaron para bailar el guanguancó y el danzón, beber la canchanchara y practicar su oficio entre palenques y casas de la trova. Tras asistir a una bonita velada de boxeo, orgullo patrio, los Liquidadores preguntaron por el mejor fandango de la ciudad. Fueron acompañados al Tropicoco, un cabaret en el malecón de Cienfuegos. Tenían cita con las chicas que esperan a los púgiles. Las meseras, vestidas con cofia y medias altas, sirven canchanchara, dos mejor que una en cada atención a los clientes. La vendedora de ramos, pintada como una ramera, ofrece sus flores a las parejas. Alcahueta, celestina, enredadora de amores y desgracias, va embaucando a todo negrito y negrita que baila en la pista. Suenan cumbias doradas, ¡qué rico va el fandango!, la negrita y el negrito, todo el día meneando. Qué forma de cantar, qué forma de sentir, y la ramera con sus ramos, diabla y embustera, emparejando a los corrientes, gente sana y gente ardiente, danzantes todos, en este fandango de ron caliente. Efectivamente, en los nightclub de Cienfuegos, la clase de ambiente puede ser sofocante, pero como buenos clientes, los muchachos disfrutaron de la música y de la compañía complaciente. Benny Moré, nos acordamos de ti. Eras el salvaje del ritmo, seguro que habrías disfrutado de estos bailes en la madrugada del Caribe. Siempre es igual, la celestina es la primera en llegar; también es la última en marcharse, la última furcia de la fiesta, la concluyente, la postrera y la solitaria. Pobre mujer castigada con la mala fama. Los muchachos invitaron a una última ronda: tabaco, ron y aguardiente para todos, que no falte de nada. Don José Liquidadores, borrachitos de vida pura, se despidieron de ella y del público presente tras pasar este buen rato. Desaparecieron ajenos a los embustes, insistencias, trucos y desplantes de las chicas cienfuegueras, jineteras algunas, apasionadas todas. Cuídense y que lo pasen bien, se despidieron al salir, nos marchamos al XXXVIII Maratón de Boleros organizado en los jardines de la UNEAC, la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Llegamos a tiempo, es un maratón interminable y delicioso, lleno de amigos. Entre el público acude y se mezcla toda suerte de personajes de lo más variopinto, congregados para dejarse ver entre las bellas damas. Entienden la pista de baile como una gran cancha de gallos. Visten de blanco inmaculado, tienen largas manos huesudas, bailan espasmódicamente, beben bastante, fuman puros lanceros, son viejos y gesticulan todo lo que pueden para llamar la atención. Se sienten sexys y practican la Santería. Tras tantos maratones de excesos y boleros, tras tanta noche de fuego y fandango, alucinaciones diversas comienzan a cruzarse por la mente de los Liquidadores: bananas, miles de bananas, todas amarillas y moteadas, bien hermosas y apetitosas, giran, ruedan, dan vueltas sobre sí mismas y cambian de tamaño sobre un fondo de mar azul. Don José disfrutó, como no podía ser menos, de este exquisito manjar aquella noche en Cienfuegos. Regresaremos si nos dejan volver. El que avisa no es traidor.
3.
Sobre Ana Obregón, me ves y sufres Por alguna razón, la distinguida dama doña Ana Obregón de Montoya y Etxeberría, mujer de posibles y hacendada, pensó que podía disponer a su antojo de la banda Don José Liquidadores. Ustedes son muy apuestos y... Sobre Ana Obregón, me ves y sufres Por alguna razón, la distinguida dama doña Ana Obregón de Montoya y Etxeberría, mujer de posibles y hacendada, pensó que podía disponer a su antojo de la banda Don José Liquidadores. Ustedes son muy apuestos y jóvenes, les dijo claramente, como un vampiro preparado para chupar sangre fresca, esa que corre rápida hacia abajo por la garganta y el cuello. Puro plástico y caucho, siliconada e inflada tras tantos retoques de cirujano en su cuerpo, muchos hombres pagarían por dormir con esta señora, sí, porque era atractiva y desprendía dinero, ostentación, poder, y provocaba ideas horrorosas y salvajes, verdaderos espantos, como revolcarse con ella entre lujosas escenas de dormitorios barrocos o devorarla como cerdos en la piara, como hienas ante un cuerpo muerto. Los Liquidadores se santiguaron y decidieron ser valientes, por alguna razón, también vieron provechosa y de interés aquella amistad con el bello monstruo. ¿Qué edad tiene usted, doña Ana? Dejémoslo en 49 años, queridos amigos. Vestida con lindas prendas y joyas de peso, se presentó como protectora de jóvenes artistas y creadores, una mecenas del arte, editora de una revista sofisticada y rimbombante, “Impracabeza”, y decidida ahora a tratar con músicos que sacar de tugurios para llevarlos a auditorios y teatros de la República de México. Con el dinero uno hace lo que quiere, pensaron los Liquidadores, y le dijeron, Doña Ana, no se equivocará con nosotros, y aunque no somos ni tan jóvenes ni tan artistas, estaremos a la altura de sus expectativas. La señora Obregón contestó: me gustan Don José, son sinceros y sé que les gusta el olor de mi dinero. Yo también fui joven y artista como ustedes, sé lo que es buscarse la vida y frustrarse en el arte. Mi carrera como actriz fue un discurrir de esfuerzos sobrehumanos, de desprecios y aprovechamientos humillantes. Mi primer marido, ya muerto y Dios lo tenga en su gloria, me abrió las puertas del cine y después me las cerró cuando no le di ningún hijo. La herencia que me quedó la utilizo desde entonces para alentar a los jóvenes talentos que se entregan en cuerpo y alma al arte. No hablemos más doña Ana, ¿cuándo empezamos a trabajar? Mañana mismo pueden volar conmigo a mi ranchito en Álamo Gordo, Nuevo México, cerca de la frontera, donde encontrarán alimento y descanso, un hogar decente donde dedicarse a la creación, porque sé que aquí, en la capital, malviven entre San Andrés y Coyoacán, rentando un cuartito barato y derrochando en tabernas y timbas de apuestas. Le acompañaremos a su hacienda, señora Obregón. Bajo las luces rojas de la noche, vieron su perfecta nariz perfilada en retoques de experto cirujano, sus pómulos alzados y labios inflados, sólo ella y Dios saben qué más se habrá operado esta mujer y que no se ve a simple vista. Doña Ana pagó la cuenta en el restaurante donde estaban cenando y se despidieron hasta el día siguiente para encontrarse citados a las 12 del mediodía en el aeropuerto internacional Benito Juárez de Ciudad de México. De camino a casa, los muchachos se cruzaron con una puerta de cartel sugerente: tequila, baile, piñatas, peyote, muchas señoritas, cerveza, tacos y sombreros. Al día siguiente se encontraban en penosas condiciones, recogieron sus pocas pertenencias e instrumentos, y se presentaron en el aeropuerto con el aspecto de tres hombres que volvían de una guerra desmesurada y cruel. Somos así doña Ana, no nos pida explicaciones. En el ranchito de Álamo Gordo aguantaron pocas semanas, no supieron aprovechar el regalo que les daba la vida, las insinuaciones y exigencias de doña Ana eran cada vez más obscenas, no desarrollaron ninguna canción nueva, la vida norteamericana entre reses de ganado y anchas extensiones no les deparó aventuras ni sobresaltos, tomaron manía al pollo frito, y se apoderó de ellos la nostalgia de recordar sus paseos por el barrio de Coyoacán en el DF, con un clavel en la solapa, con gente amable y amigable, dispuesta a conversar con desconocidos. Ana Obregón, le dijo Don José a la bella dama, me ves aquí contigo y sufres, lo mejor es separarnos, y usted linda muñeca, disponga de otros muchachos a su antojo.
4.
Sobre San Andrés Coyoacán Hoy, 1 de noviembre, día de Todos los Santos, día de Difuntos y Calaveras, los Liquidadores continúan practicando su oficio entre San Andrés y Coyoacán, en el Distrito Federal. Preparan nuevas canciones y actuaciones, frecuentan la plaza grande de los Coyotes, bailan el “Cielito Lindo” en la terraza de Los Danzantes, junto al distinguido público asistente y las parejas agarradas. Este lugar es una feria permanente, un espectáculo de ciudad con sus gentes a caballo. Aquí el Diablo no se disfraza; máscara y serpiente están a la vista. El Diablo os ama y os promete que seréis dioses; anda suelto en esta feria y te espera allá donde se vea el fuego y la jarana. El lugar está abarrotado. “Hoy tengo el diablo en el cuerpo”, canta y ríe La Lupe, mientras baila con delirio y lujuria. Se emborracha para limpiar su espíritu y facilitar el apareamiento. No fueron bien recibidos al llegar, son personas venenosas, les dijeron al verlos. Eran jinetes por el altiplano con rotundo sonido, espuelas de plata y revolver al cinto. Sombrero ancho de blancos bordados. El día de fiesta merecía las mejores galas, y los jinetes llegaron para festejar hasta el hervor. No reservaron para luego, no redujeron los esfuerzos, hicieron fuego y jarana, los danzantes se entregaron tal y como saben hacerlo, y por supuesto, siempre hidratados con buen pulque mezclado, batido, trenzado en distintos sabores. Después sacaron las máscaras, gritaron Guayaquil y trituraron todo el mezcal a su alcance, eran ellos, Don José Liquidadores, libertadores por igual. No hay relleno en el suelo que aguante los cimientos cuando los danzantes liquidadores disfrutan las canciones. Santo Veneno debieron beber aquel día los Liquidadores, porque cayeron al suelo con una mueca de satisfacción. ¿Hay algún médico en la sala?, preguntó alarmada la fichera más joven del local. Son serpientes venenosas, repitieron, llamen mejor a la policía. Afortunadamente, Latinoamérica, en su cortesía y amabilidad extremas, cuidó bien a los muchachos por donde fueron. Un taxista se ofreció a recogerlos del pavimento, subir sus cuerpos al automóvil, y devolverlos al lugar de donde procedieran. ¿Van bien ahí atrás muchachos? ¿A dónde les llevo? A cualquier sitio donde podamos seguir libertando a nuestro paso. Somos danzantes del santo veneno, buscamos nuestra noche de fuego y nuestro oficio es sagrado, recuérdelo bien, somos libertadores y serlo es nuestro derecho. Tocados por la mano de Dios o del Diablo, o eso quisieran, los Liquidadores esperan que se les conceda por fin su gran noche de fuego. Suponen que algún día se les otorgará, le piden pocas cosas a los Dioses o al Diablo.

about

Sesión en directo en los Estudios Wacheras (Tarazona de la Mancha, Albacete, España), la mañana del domingo 13 de octubre de 2019.

La nueva formación de Don José Liquidadores, tuvo el placer de ser invitada a grabar en casa de la espectacular banda local "Wacheras En El Frenillo". Hermosa velada, sensacional mano a mano de gallos en estas tierras calientes.

"Les haremos besar la tierra mexicana", dijeron los muchachos. Y hasta allí fueron los Liquidadores, al territorio wacheras, pura fiesta colorida, todo palmeral y Caribe, para grabar versiones nuevas de antiguas canciones.

Don José presenta así, revisadas y actualizadas, cuatro de sus joyas tropicales, cuatro clásicos fulminantes y placenteros. Todos quítense el sombrero, que así lo deben escuchar. Sueños floridos y pantanos, gran calavera eléctrica, calavera de reventón; suenan los tambores en el llano, Don José vestido de gala, vestido para la ocasión.

credits

released January 21, 2020

Don José Liquidadores son Llanos Ponce en la batería, Alberto Tenebro y Carlos Alfaro en las guitarras, Magüe Tr al bajo. En la mesa de grabación y mezclas, Hugo Wacheras.

Todas las canciones originales. Virgen de Guadalupe y Catrina del rocknrol, ayudadnos a hacer disfrutar a las gentes.

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Don José Liquidadores Spain

Rocknroll, fandangos y surf, para todo tipo de fiestecitas. Hacen garaje, psychobilly, y alguna que otra jota. También spaguetti western endemonidado y cancionero latinoamericano.

Son libertadores y están para servirles.

Albacete / Ciudad Real. España.
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